De: Los cincuenta poemas del amor furtivo
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Aún hoy
si alcanzase a ver
sus ojos difusos como el loto;
si aún hoy pudiera verla,
abrumada por el peso de sus senos hinchados,
la apretaría entre mis brazos
y bebería de su boca hasta la hartura
como liba la flor una abeja embriagada.
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Aún hoy
recuerdo su cuerpo
abrasado por el ardor del deseo,
por la behemencia irresistible.
Aún hoy la presiento
pegada a mi piel como ropa mojada.
Ni por un momento olviaré a mi niña,
más apreciable que la propia vida,
digna ahora de compasión,
desamparada, sin esposo.
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Aún hoy la recuerdo
despertando, descubriendo y ocultando
las marcas de los arañazos
que, embriagado al beber
el licor de su boca,
yo mismo le hice
en el círculo de sus pechos.
Y recuerdo
cómo le estalló la piel
erizada por todo el cuerpo.
(Traducción al español de Óscar Pujol)
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