domingo, 22 de septiembre de 2013
FRANCISCO HERNÁNDEZ (San Andrés, Tuxtla, 1946)
De: Diario sin fechas de Charles B. Waite (Almadia, 2013)
Dieciséís
La muerte siempre trae una cámara en las manos.
Dentro de ella gira, sin misericordia, un rosario
donde cada cuenta es el centro de un sistema solar.
La muerte se regocija cuando, vestidos de arlequines,
posamos junto al retrete en un rincón del patio.
Pero ella oculta su ropaje de monstruo femenino
cuando pretendemos homenajearla.
La muerte tiene un predio donde reposan quienes han
florecido sobre un grano de polvo. Pero su vanidad,
tan evidente como un cambio atmosférico, no le
permite acicalarse bajo un manto de brumas.
La muerte es ovalada, densa, positiva, ultravioleta,
pegajosa, insaciable, antirreflejante y se desplaza
a trescientos mil nacimientos por segundo. Pero todos
la deseamos cuando menos una vez en la vida y
al hacerse presente, bestial almidonada, hay un
perro muerto dentro de nosotros para darle la bienvenida.
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