martes, 5 de febrero de 2008

Mañana azul, Tarde negra

Cada Año Nuevo me digo: ahora sí voy a hacer ejercicio todas las mañanas. Voy a re-visitar mis días de piernas jóvenes, de firmeza y lozanía. Y en ese tenor salí a caminar muy temprano (he cumplido, aunque bueno apenas es 5 de febrero). Pero ese no es el tema del que quiero hablar, en realidad, pienso en el cielo. De tan azul parecía una fotografía procesada. Se me venía su tono sobre el cuerpo, sobre mis pupilas que no lo abarcan. Un insulto casi cuando ese cielo se une con las puntas de las montañas. Algo así como un cuadro de Dalí, un manto azul escurriendo sobre los cerros, abajo los hombres con los ojos saltones como ranas, ranas hipnotizadas. Me embriagué de pura montaña, de verde y de azul.
Por eso me sorprendo ahora (8 horas más tarde) que voy de regreso en el auto. ¡Cuánta oscuridad! ¡cuánto polvo! Un olor a rancio, a quemado. Una tarde negra. Dice el locutor de la radio que hay varios incendios en la ciudad, que el viento está desordenado, las tolvaneras desatadas. Llevo las ventanas cerradas pero mis ojos responden al ambiente y lloran. El ardor se intensifica. Tengo miedo. Recuerdo unas líneas de Cartucho cuando Nellie dice del olor a pólvora, y entonces pienso, huela a pólvora. Pero no, esa es Nellie, aquí no hay Revolución. Se trata de unos lotes baldíos que se queman por la sequía. Seguramente el noticiario tendrá las imágenes. Seguramente las interrumpirá para anunciarnos “los pañales más absorbentes del mundo” o “las pastillas más potentes de la historia”. Así somos de vulgares.

1 comentario:

Eduardo dijo...

Creo que no tiene nada de vulgar....seguiré más abajo.
Por ahí encuentro algo mejor.....
algo mejor que esto??? si es fantástico....
seguiré