sábado, 25 de octubre de 2008

de Rainer Maria Rilke

Fragmento de Las elegías del Duino


(de la Tercera Elegía)

Una cosa es cantar a la amada. Otra, ay,
a aquel escondido y culpable dios fluvial de la sangre.
Su adolescente, aquél que ella reconoce desde lejos,
¿Qué sabe él mismo del Señor del Placer, ése que a menudo
desde la soledad, y antes que la muchacha lo alivie, a veces también
como si ella no existiera, empapado, ay, de algo irreconocible,
alza su cabeza divina, llamando a la noche a un tumulto sin fin?
¡Oh Neptuno de la sangre, oh su temible tridente!
¡Oh el oscuro viento de su pecho, como viniendo de una concha retorcida!

(Traducción de Otto Dörr Zegers, publicado en Editorial Universitaria de Santiago de Chile)

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