martes, 15 de marzo de 2011

Poema de Elizabeth Bishop (Estados Unidos 1911-1979)




El mapa (De Norte & Sur, 1946)

La tierra yace en el agua; es un verde sombreado.
¿Sombras, o es que son bajíos, en sus orillas
mostrando la línea de extensos arrecifes
donde las algas cuelgan desde el verde hasta el simple azul?
¿O acaso la tierra se reclina para levantar al mar desde abajo,
tirando de él por todos lados sin perturbarlo?
¿Empuja la tierra desde abajo al mar
a lo largo de la hermosa plataforma de arena curtida y fina?

La sombra de Terranova se tiende plana e inmóvil.
La de Labrador es amarilla, donde el distraído esquimal
ha derramado aceite. Podemos acariciar esas bellas bahías,
bajo un cristal, como esperando su floración,
o como si colocáramos una pecera limpia para peces invisibles.
Los nombres de los poblados costeros huyen hacia el mar,
los nombres de las ciudades cruzan las montañas vecinas
—aquí el impresor experimenta el mismo entusiasmo
como cuando la emoción, por mucho, excede la causa.
Estas penínsulas sujetan el agua entre
índice y pulgar
como cuando una mujer sujeta la suave tela.

Las aguas de los mapas son más silenciosas que la tierra,
le dejan a ella la conformación de sus olas:
y la liebre de Noruega se precipita agitada hacia el sur,
los contornos estudian el mar donde yace la tierra.
¿Se les asignan los colores o es que los países pueden elegirlos?
—Lo que mejor acomode al carácter o las aguas nativas.
La topografía no muestra predilecciones; el norte tan cerca como el oeste.
Más delicados que los historiadores son los responsables de escoger los colores
de los mapas.

(Traducción de Gabriela Cantú Westendarp)

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