martes, 12 de abril de 2011

John Ashbery (Nueva York, 1927)





Fragmento de:

AUTORETRATO EN ESPEJO CONVEXO


Como hizo el Parmagianino, la mano derecha
mayor que la cabeza, tendida hacia el que mira,
retirándose con suavidad, como queriendo proteger
aquello que revela. Unos vidrios emplomados, vigas viejas,
forro de piel, muselina plisada, un anillo de coral
se acompasan en un vértigo donde descansa el rostro,
que va y viene flotando, como la mano,
pero que está en reposo. Es lo que queda
recluido. Dice Vasari: "Francesco se dispuso un día
a hacer su autoretrato, para lo cual se comtempló
en un espejo convexo, como el que usan los barberos...
De este modo pidió que un tornero le hiciese
un globo de madera, y tras dividirlo en dos partes
y reducirlo al tamaño de un espejo, se dispuso
con mucho arte a copiar lo que veía en el cristal."
Principalmente su reflejo, del que el retrato
es el reflejo cuando se ha apartado.
El cristal decidió reflejar sólo lo que él veía
lo cual bastó a su propósito: su imagen
vidriosa, embalsamada, proyectada en un ángulo de 180 grados.
La hora del día o la densidad de la luz
que se adhiere a su rostro lo mantienen
alerta, intacto, en un gesto recurrente
de llegada. El alma se instala.
¿Pero hasta dónde puede saltar desde los ojos
y regresar a salvo hasta su nido? Al ser convexa
la superficie del espejo, la distancia aumenta
significativamente; o sea lo bastante para mostrar
que el alma está cautiva, tratada con humanidad
suspendida, incapaz de avanzar mucho más lejos
que tu mirada al tiempo que intercepta el cuadro.



(Versión de Julián Jiménez Heffernan)




Obra: "Autoretrato en espejo convexo" de Francesco Mazzola, el Parmigianino (Parma 1503)

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