miércoles, 12 de septiembre de 2007

SOBRE DERRIDA

No se podría decir que soy una trasnochadora pero ahora me quita el sueño Jacques Derrida. Hace unas horas deje inconclusa una plática en relación al primer capítulo de “De la Gramatología” del citado francés. Cuando leo algo que me gusta como para regresar a leerlo de nuevo, advierto una rara sensación que me aborda desde el pecho hasta la cabeza. Es como si el encuentro tomara forma en un cosquilleo, una especie de adormecimiento parcial o como si estuviera dentro de un sueño. La verdad es que no estoy segura si tiene que ver con la glándula pituitaria o con qué. El hecho es que Derrida abrió la puerta. Una escritura compleja, me parece, y por supuesto agradezco las aclaraciones hechas por los amigos. Hablar del lenguaje a través del lenguaje, leer del lenguaje a través del lenguaje, en términos del propio Derrida, leer un significante de otro significante: una cadena interminable. En este capítulo el autor se explaya sobre “El fin del libro y el comienzo de la escritura”, no intentaré explicar nada, tan sólo cito dos momentos que encuentro brillantes y poéticos.

(1)
En un sentido corriente la escritura es letra muerta, es portadora de la muerte. Ahoga la vida. Por otra parte, sobre la otra faz del mismo intento, la escritura en un sentido metafórico, la escritura natural, divina y viviente, es venerada; es igual en dignidad al origen del valor, a la voz de la conciencia como ley divina, al corazón, al sentimiento etc.

(2)
Hay por lo tanto una escritura buena y una mala: la buena y natural, la inscripción divina en el corazón y el alma; la perversa y artificiosa, la técnica exiliada en la exterioridad del cuerpo. Modificación interior del sistema platónico, escritura del alma y escritura del cuerpo, escritura del adentro y escritura del afuera, escritura de la conciencia y escritura de las pasiones, así como existe una voz del alma y una voz del cuerpo: “La conciencia es la voz del alma, las pasiones son la voz del cuerpo”. La “voz” de la naturaleza”, la “santa voz de la naturaleza” al confundirse con la inscripción y la prescripción divinas, hacen necesario volver permanente hacia ella, dialogar entre sus signos, hablar y responderse entre sus páginas.


(De la gramatología de Jacques Derrida publicado por Siglo XXI en su VIII edición en 2005)

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