viernes, 23 de noviembre de 2007

En el Día de Gracias

Dentro de un vaso roto, muy cerca de los loros, entre los viejos árboles y las metrallas del invierno, anoche estuve muy cerca de Derek Walcott. Mientras él leía yo permanecía lo más quieta posible, pero hoja de papel en mano un poco nerviosa, temblaba. Yo no tengo la voz de Ofelia, pero como si en la isla caribeña nos situáramos, leí la versión en esta lengua…

Día de Gracias

Milagrosos, como pequeña nube de coles blancas
que envuelve al arbusto, los primeros copos del otoño
se deslíen sobre Brookline, en Beacon; la luz del atardecer
hubiera entrado a las cuatro, pero todos preguntaron: “¿tan pronto?”
a las mariposas que se multiplicaban, aunque era el final de noviembre,
pero también porque habían olvidado el milagro,
a pesar del desamparo de los árboles y porque el breve rescoldo del día
no los astilló; no recordaban el júbilo
de los copos ni las mariposas que su elemento
es un gozo apenas perdurable, y con el otoño ya ido,
las hojas apagadas, agotado su esplendor,
la antigua metáfora de hacerse viejos murmuraba en boca
de todos, sus blancos cabellos, Ártica virginidad de la muerte,
donde copos se deslíen como cenizas; y antes que mi corazón huyera al sur,
la rúbrica de tu aliento confirmaba mi adiós,
blancas mariposas revolando, suspendidas en tu cabellera, para sosegar
tus párpados cerrados, trémulas coles blancas
en el camino de mi isla, escamas de mar farfullando bajo el sol.

(versión de Jeannette Lozano)


Gracias a mi amigo José Eugenio Sánchez por haberme invitado. No había imaginado que la noche guardaba para mí una flecha.

1 comentario:

Ofelia Pérez-Sepúlveda dijo...

Gabriela: Si tuvieras mi voz yo estaría muda y sería la Ariel después de que Úrsula le roba su voz, pero me gustó tu lectura. Me gustó esa combinación de viento frío, la poesía y la honda manera en que lo leíste. Qué afortunadas, insisto.