jueves, 21 de mayo de 2009

Más sobre el Siglo de Oro/ Algunos personajes del Quijote

Como bien dice José Balza las figuras del Quijote y su escudero Sancho Panza existen en nuestro horizonte aún sin haber leído el brillante libro de Cervantes. Una vez que, como lectores, decidimos adentrarnos en el mundo del Caballero de la Triste Figura, y que además leemos algunos de los tantos ensayos que se han escrito sobre el libro, pareciera imposible aportar algo nuevo. Este trabajo tan sólo da cuenta de algunas impresiones personales sobre la primera novela moderna y su tejido polifónico.

Haré un breve acercamiento a algunos de los personajes de la primera parte del Quijote partiendo de la relación que guardan con el protagonista. Me parece necesario hacer una distinción entre dos clases de personajes. Por un lado están aquellos que forman parte de la historia principal: las aventuras de un hidalgo que insiste en comportarse como los héroes de los libros de caballerías que tanto ha leído; por el otro los personajes que aparecen en las historias que se cuentan de manera independiente o casi independiente de la historia principal.

En primer lugar acercaré la mirada hacia el hidalgo que un día decidió salirse de su casa para buscar aventuras. El Quijote tiene rasgos de lo que Bajtin llama un héroe romántico. Es decir que tiene iniciativa valorativa y su individualización se manifiesta como idea y no como destino como es el caso de los héroes clásicos. Recordemos que este personaje voluntariamente deja su casa, su realidad presente en busca de “otra realidad”. Se le ha metido en la cabeza la idea de convertirse en un caballero andante. El hidalgo se ha pasado la vida leyendo las historias de héroes como Amadís de Gaula y en ellas ha encontrado un modelo a seguir. Quiere ser un caballero valeroso que gane batallas en nombre de la libertad y de su amada dama. Ha leído los libros de caballerías como libros de historia, y no sólo eso, quiere hacer historia. Se inventa un mundo en donde pueda existir como caballero. Está seguro de que alguien escribirá sus hazañas, o más, que alguien las escribe ya. Y aquí me gustaría hacer un paréntesis para tratar el problema del narrador. ¿Quién está narrando la historia? ¿Cervantes? ¿Cide Hamete Benengeli? ¿El traductor morisco? Y en cualquier caso, ¿es el narrador un personaje? O ¿son los narradores personajes? El problema del narrador es introducido por el autor quien brillantemente nos hace involucrarnos en el misterio. Por supuesto que Cervantes es el ingenioso creador de todo el tejido. Y es precisamente gracias a su ingenio que tenemos varios narradores que se confunden o funden con personajes de la historia. Al mismo tiempo, de manera inversa, tenemos personajes que de pronto se vuelven narradores como el caso de Cardenio. Cervantes resolvió el problema que más tarde se cuestionarían los estructuralistas en cuanto a la relación autor-narrador-héroe. Está claro que Cervantes es y no es todos los personajes y todos los narradores. La forma de ver la vida del autor, su ideología, sus experiencias personales y las literarias, todo se funde en la creación y se filtra en los personajes de la novela. Cervantes crea una voz para cada uno, les otorga diferentes atributos, los moldea según la historia lo necesite y los hace interactuar con verosimilitud: he ahí el artista que trabaja sobre el lenguaje y lo transforma en un concierto polifónico.

Pero volvamos con nuestro héroe o quizá debiera decir antihéroe dado a que nunca sale triunfante de las batallas y por el contrario es abatido y burlado por sus adversarios. La primera salida del hidalgo representa la primera fuga de la realidad, la pérdida de cordura. Antes de la salida da el primer paso para crear esta “otra realidad” en la que desea vivir: el protagonista nombra los personajes. Desde ese momento él se llamará don Quijote de la Mancha, y su caballo Rocinante, su dama de ahora en adelante será Dulcinea del Toboso. El autor construye una voz peculiar para su estrella principal, habla con cortesía, con elegancia, con cultura, hasta con cordura, pero cuando habla de caballería las cosas cambian: el lenguaje se dispara, utiliza arcaísmos, a veces es grandilocuente, muy literario, lleno de referencias textuales, muy ceremonioso. El discurso del Quijote, en tanto caballero, cobra su primera víctima en la primera salida. Parece que su ímpetu, su deseo de ficcionar la realidad es contagioso. Me refiero al ventero dueño de la primera venta a la que llega el personaje. El ventero decide “seguirle el humor” y armarlo caballero. Le da consejos para que complete el cuadro caballeresco: “que no caminase sin dineros y sin camisas limpias”, “sin una pequeña arqueta llena de ungüentos” y “sin un escudero”. Hay una gran ironía y burla del ventero y de los otros personajes que se encuentran con él, hay también un deseo de deshacerse pronto del “loco” que trastoca los eventos que suceden; sin embargo le siguen la corriente, nuestro hidalgo está en “otra dimensión” no percibe los tonos irónicos, se toma muy en serio su papel, cae en el ridículo sin darse cuenta.

Muy parecida a la del ventero será la actitud del cura, del barbero, de la sobrina y del ama cuando el hidalgo regresa a su casa. Me refiero al trato que le dan a la realidad. En su ausencia estos personajes han decidido hacer una quema de los libros que han robado la cordura a don Quijote. Los encargados de hacer la selección de los libros que serán sacrificados por decir tantas “blasfemias” son el cura y el barbero. Ambos personajes se muestran conocedores de la materia, saben de libros y de autores. En este pasaje Cervantes hace un listado de libros y los califica en boca de estos personajes. Inserta, como lo volverá a hacer más adelante, el trabajo del crítico; pero al mismo tiempo parodia el carácter represivo de la autoridad en cuanto a lo que estaba o no permitido leer en esa época y pone de manifiesto la nueva forma de leer en silencio. Los libros aquí referidos serán mencionados a lo largo de la novela, ya sea sus títulos, sus ideas parodiadas o sus autores. El Quijote está impregnado de otros textos, hay una red intertextual de suma importancia. Recordemos que la intensión o el ideal de nuestro personaje principal es precisamente llevar la ficción a la realidad. Ahora bien, retomando el momento en que regresa don Quijote a su casa: hay un gran alivio por su regreso pero hay también, como decía, un tratamiento especial de la realidad. Cuando el Quijote no encuentra sus libros y pregunta por ellos, el ama le dice que se los llevó el diablo pero la sobrina corrige: “No era el diablo sino un encantador que vino sobre una nube una noche”[1] y se llevó sus libros. Así pues sus familiares que tan preocupados están por su salud contribuyen en la construcción de esta “otra realidad” en la que pretende vivir el protagonista. El sabio encantador será una especie de personaje, quizá un puente, en todo caso un recurso para que el hidalgo conecte las dos realidades. Basta recordar el episodio de los gigantes que el sabio encantador convierte en molinos de viento para evitar que don Quijote alcance la gloria como caballero andante que es; o el caso de los ejércitos convertidos en rebaños de ovejas con la misma intención.

Gracias a los consejos del ventero, aquel que lo armó caballero, don Quijote se consigue un escudero: Sancho Panza. Un hombre de campo como todos los personajes en esta primera parte de la novela, un hombre poco brillante que se deja contagiar inmediatamente por los dislates de su amo. Sancho se vuelve la pareja inseparable de nuestro caballero. El dúo más popular de la historia y la imagen, que como dice Balza, habita nuestro horizonte aún antes de leer a Cervantes. Sancho acompaña al caballero andante a partir de la segunda salida; lo hace gracias a que don Quijote le promete recompensarlo grandemente: lo haría gobernador de alguna ínsula. Este personaje se volverá testigo y cómplice de las aventuras del caballero. Dado a que no tiene conocimiento del arte de la caballería (no sabía leer) decide creerle a don Quijote con la esperanza de la recompensa que le fue prometida. En momentos vemos cómo Sancho se resiste a entrar en esa “otra realidad” que se inventa su amo, pienso en el caso de los galeotes. El Quijote está convencido que su deber como caballero es liberar a todo hombre de sus opresores así sean aquellos delincuentes encadenados para ser llevados a las galeras del rey. Sancho trata de persuadir a su amo de no intervenir en asuntos relacionados con la Santa Hermandad; insiste en que correrán grave peligro de entrometerse en el asunto pero su amo hace oídos sordos. El caballero se lanza y al escudero no le queda otra que ayudarlo a dar la batalla para liberar a los galeotes y más tarde para liberarse de los mismos galeotes. Esta actitud de Sancho se presentará en varias ocasiones. Sancho percibe que su amo de pronto dice y hace disparates. Recordemos nuevamente los episodios del ejército de ovejas y de los molinos de viento, en ambos casos trata de convencer al caballero que la realidad es otra. Sin embargo hay una parte de Sancho que quiere creerle a su amo; si su amo estuviera loco no podría concederle la ínsula prometida ni hacerlo gobernador de ésta. Digamos que por esta última razón Sancho le sigue el cuento.
A medida que avanza la novela no sólo el escudero sino que otros personajes se contagian de ese “otro mundo” que va tejiendo don Quijote. Y aquí es pertinente dar un brinco y ubicarnos en los eventos en la última venta donde se resuelven varios cabos de la historia. Pensemos en la estrategia empleada para llevar de regreso al caballero a su casa. El cura y el barbero, personajes que se preocuparon por la salud del hidalgo desde su primera salida, convencen a don Fernando, Dorotea, Cardenio y Luscinda, para ayudarlos en la empresa de regresar al caballero a su aldea (Dorotea ya venía representando el papel de princesa desde hacía días con este mismo objetivo). Estos cuatro personajes conocen a don Quijote y Sancho Panza en el suceder de alguna de las “aventuras” experimentadas por el dueto. Todos han venido a entender que el hidalgo ha perdido la cordura por tanto leer libros de caballerías y acceden a involucrarse, acceden a ser contagiados por la ficción: se convierten en actores. Así pues entre todos arman el acto, se disfrazan y pretenden ser otros que no son, llevan al caballero andante preso de regreso a casa en una jaula encantada. Al comienzo de esta puesta en escena Sancho se ha quedado siguiendo la corriente pero más adelante trata de desenmascarar a los actores ante su amo sin tener éxito. Los encantamientos son la explicación de todas las sospechas, es la manera en que el teatro puede seguir.

En un inicio decía que había dos tipos de personajes, los de la historia principal y los de las historias que se cuentan de manera casi independiente. Y digo casi porque hay algunas cuyos personajes resuelven sus asuntos en el escenario de la historia principal: en el camino o en las ventas. Tomemos el caso de Dorotea y don Fernando que involucra también a Luscinda y Cardenio. Ambas mujeres son sirvientas, ambas muy bellas. Dorotea se pierde en la sierra para llorar a don Fernando, Cardenio hace lo mismo por Luscinda y ambos se encuentran con don Quijote, Sancho Panza, el cura y el barbero en la sierra. Los dos cuentan su historia en diferentes momentos y deciden ayudarse para resolver los casos. Dorotea además es asidua lectora de los libros de caballerías, asunto que le permitirá ayudar al cura y al babero con su plan de sacar al hidalgo de la sierra y luego llevarlo a casa. Ella se presenta como una mujer fuerte capaz de salir de los problemas mientras que Luscinda es percibida como una mujer más débil, víctima del engaño de don Fernando pero fiel enamorada de Cardenio. Este último es un hombre sencillo, sirviente de don Fernando. Este es un enredo de amores y desamores, de traiciones y reconciliaciones. La historia de este cuarteto es independiente de la historia principal pero se resuelve dentro de ella.

Mención aparte merece el caso del cautivo y de la mora en donde se mezclan asuntos de la realidad histórica de España y de la vida personal de Cervantes con la ficción. Ya decíamos que las ideas y las experiencias del autor se filtran en sus personajes, el caso más claro es el del cautivo. Ahí se narran episodios que se relacionan con las experiencias de Cervantes como soldado y cautivo. Ahí vemos como se filtran la ideología de una época y el concepto que se tiene de la religión católica y de los moros. El caso también se resuelve en la venta cuando el hermano del cautivo llega a hospedarse ahí. Algunos críticos han opinado que esta historia al igual que otras podrían quitarse sin afectar la trama principal, pero ¿qué sería de El Quijote sin alguna de sus partes? Recordemos que este libro, desde cierta perspectiva, es grande por todo lo que reúne es, como dice Balza, “un mar narrativo”. Ahí dentro podemos encontrar la picaresca, la novela pastoril, la de cautivos, la de enredos amorosos, la autobiografía, la poesía, la parodia. Para insertar varios géneros en su libro Cervantes dio gran libertad a su espíritu creador. Paradójicamente su escritura comienza cuando él estaba preso. Y no es casualidad que precisamente el Quijote tenga por tarea el de liberar a todos los hombres que lo necesiten. El arte de escribir es un acto liberador.

La canción de Grisóstomo en el capítulo XIV de la primera parte de la novela es una muestra de la capacidad de insertar brillantemente todo tipo de recursos en su novela. Es un poema en verso con metro y rima que nos canta un trovador a cerca de la desdicha de este personaje: Marcela, la bella pastora, no lo quiere. Conocemos al personaje porque nos cuentan de él y porque acompañamos al Quijote y a Sancho a su entierro, pero a él nunca lo vemos directamente. La que sí aparece es Marcela, esta bellísima pastora a la que han culpado por la muerte de Grisóstomo, un pastor con dotes de poeta que se ha enamorado de la mujer tan sólo con verla. De hecho Marcela provoca esto con frecuencia, nos dicen, muchos se han perdido por el amor a esta mujer que decide internarse en la sierra y vivir en soledad. En esta parte Marcela habla, Cervantes logra hacer un discurso muy interesante en boca de la pastora. Ella defiende su derecho a escoger qué hacer con su vida (de nuevo la libertad) y al final se interna de nuevo en la sierra. El Quijote y Sancho entran también con al intensión primera de encontrar a Marcela pero se topan con una nueva aventura.

Otro cuento que se puede leer de manera independiente es del “Curioso impertinente”. Cuando están todos en la última venta, el ventero saca unos pergaminos que alguien le había dado en pago y que contienen una historia. Como él no sabe leer cada vez que algún lector visita la venta le pide que lo lea en voz alta. Esto nos recuerda que aún predominaba la lectura en grupo (había pocos que sabían leer). El caso es que la historia cuenta de otro enredo amoroso pero esta vez los personajes están totalmente fuera de la historia principal. Don Quijote y Sancho no están presentes, ni como actores ni como escuchas, se han retirado a dormir. Todos los demás escuchan al cura contar el cuento que involucra a tres personajes: Camila, Anselmo y Lotario.

Hay una constante en esta primera parte de la novela en contar historias de amores. Tenemos como ya decíamos a Marcela y Grisóstomo, a Dorotea y don Fernando, a Luscinda y Cardenio, a Zoraida y al cautivo, a Camila, Anselmo y Lotario, a Clara y don Luis, a Leandra, Anselmo y Eugenio. Tenemos, por supuesto, a don Quijote y su amada Dulcinea del Toboso. Todo caballero necesita tener una dama por quien luchar, razona el protagonista, y él escoge a esta mujer a quien a penas conoce y de quien se inventa una imagen maravillosamente luminosa. En nombre de esta “fermosa” dama será por quien nuestro hidalgo cometa ciertos desbarajustes. Ordenará a sus contrincantes a decir que ella es la mujer más bella que ha existido, les pedirá que vayan a postrarse en su presencia. Esto es parte de esta genial parodia de los libros de caballerías, un homenaje, dicen algunos.


Don quijote siente la obligación de salvar a las damas en apuros por eso decide salir de

la sierra: ayudará a la princesa Micomicona (Dorotea) a librarse de su enemigo. Esta vocación lo hace trastocar la realidad. Un caso que me parece maravilloso es el de la procesión que lleva la imagen de la Virgen. Nuestro caballero confunde a la procesión con un grupo de maleantes que llevan a una señora a la fuerza. Sancho trata de prevenirlo “es procesión de disciplinantes y aquella señora que llevan sobre la peana es la imagen benditísima de la Virgen sin mancilla”[2]. Pero el caballero está resuelto a defenderla. Se enfrenta al grupo y se arma una trifulca, el pobre caballero regresa todo golpeado a la jaula encantada.

Algún crítico contó más de seiscientos personajes en la novela completa de Cervantes. Sin entrar en números es de resaltar que en la primera parte del Quijote la mayor parte de los personajes son, como se dice popularmente, gente sencilla del campo. Están los venteros, las prostitutas que viven ahí, las sirvientas y sirvientes, los pastores y pastoras, los galeotes, los barberos, los cautivos, el ama, la sobrina, la esposa de Sancho, el mismo Sancho. Sólo don Fernando y don Luis vienen de familias adineradas. Luego están en un rango un poco más elevado el cura y el canónigo que cuentan con un acervo mayor de conocimientos y quienes pueden discutir con don Quijote de ciertos temas aunque, importante decirlo, no con la suficiente fuerza como para sacarlo de la realidad que se ha inventado.

Tal como apunta Bajtin la novela es un fenómeno multiestético, discordante y polifónico. El Quijote de la Mancha es un abanico de múltiples formas, sonidos y colores que gira magistralmente ofreciendo a sus lectores un mundo impresionante. Su riqueza se debe a una serie de características, algunas de las cuales ya mencionamos en este breve ensayo, pero me parece que uno de sus aciertos más grandes es la construcción de sus personajes.


Bibliografía

Ayala, Francisco (2006) Don Quijote de la Mancha, “La invención del Quijote”,
España: Real Academia Española. P. XXIX.
Balza, José (1987) Este mar narrativo, México: FCE
Bajtin, M.M. (2003) Estética de la creación verbal, México: SXXI
Beristáin, Helena (2006) Diccionario de Retórica y Poética, México: Porrúa.
Cervantes, Miguel (2006) Don Quijote de la Mancha, España: Real Academia
Española.
De Riquer, Martín (2006) Don Quijote de la Mancha, “Cervantes y el Quijote”,
España: Real Academia Española. P. XLV.
Gilman, Stephen (1993) La novela según Cervantes, México: FCE
Riley, E.C. (2000) Introducción al Quijote, Barcelona: Crítica
Vargas Llosa, Mario (2006) Don Quijote de la Mancha, “Una novela para el Siglo
XXI”, España: Real Academia Española. P. XIII.
Villarreal, José Javier (2006) Humanitas, “La realidad en los dos Quijotes como atril de
una lectura subversiva”, Monterrey: UANL

Notas
[1] Cervantes, Miguel (2006) Don Quijote de la Mancha, España: Real academia Española, p.71.
[2] Cervantes, Miguel (2006) Don Quijote de la Mancha, España: Real academia Española, p. 524

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