martes, 26 de abril de 2011

Esta casa tiene demasiados escalones

Una especie de cuerdecilla corre
por toda mi pierna derecha
y me jalonea desde la nalga
hasta la planta del pie.
Los escalones no tienen la culpa,
el arquitecto tampoco;
de hecho la estructura es un caracol
de buen gusto que une dos reinos:
la planta baja
donde está la cocina, la caja del té
y la tetera para calentar el agua,

y la planta alta
que sostiene mi habitación
y mis libros
y mi escritorio
donde tengo algunos objetos valiosos como
un microscopio,
un fragmento de coral,
un par de postales.


Al subir
la pierna se tensa,
la cuerdecilla
se estira,
se estira como la cuerda de un instrumento
cuando se aprieta demasiado;
y al bajar
se contrae,
se acalambra como un pequeño
pez que mordiera un anzuelo.

Al parecer el problema
tiene que ver con la longitud
—del caracol y de la pierna—.

El trayecto de un reino a otro
toma su tiempo,
subir o bajar es un camino largo,
el caracol exige esfuerzo,
la tensión sube,
el peso se acumula
y los músculos se hinchan
como bolsas de agua hirviendo.

Además mi pierna derecha es considerablemente más larga
que su compañera,
la izquierda.
Aunque no está muy claro si el problema
es que mi pierna izquierda es considerablemente
más corta que la derecha.
La radiografía marcó una diferencia de casi 10 centímetros.

Los finales siempre han sido importantes.
En el final de la pierna, o en el principio
—que también es importante—
está el pie, la planta pegada al piso,
ella carga con el peso,
carga también con las tensiones y distensiones.
Frecuentemente mis plantas sufren de cosquilleo,
caen en una especie de letargo.
—Ocurre por acumulación, o lo que es lo mismo,
a causa de tanto subir y bajar los escalones—.
Es como si, mis plantas,
recibieran una inyección de Morfeo,
pero el sueño está lejos de ser placentero,
es un sueño interrumpido
por un terrible calambre.

Con todo
no estoy dispuesta a renunciar a ninguno
de mis dos reinos,
aunque es cierto que esta casa tiene
demasiados escalones.


(Un poema de GCW)